La web de Jose Caravaca

 

Gloria Laguna y el manto de la Virgen

Cuando me encontraba investigando para uno de mis artículos aparece ante mis ojos una  escueta noticia que me llamó la atención: “Ha sido nuevamente multada por circular por el Paseo del Malecón la Condesa de Requena”. Quién sería esa persona miembro de la realeza y transgresora es algo que me llenó de curiosidad.
Se llamaba Gloria Laguna, aristócrata madrileña, con los títulos de Marquesa de Laguna y Condesa de Requena, que poseía un palacete en las cuatro piedras, al final del Malecón, en La Albatalia. Se la retrata como “morena, pequeñita, pizpireta y con aire y voz varoniles, muchacha desenvuelta e ingeniosa” y añado adelantada de su época y opuesta a los convencionalismos.

Participó en una corte madrileña de chulos, hetairas (prostitutas de lujo), torerillos,  proxenetas, una pequeña y deslumbrante corte de lesbianas, marusas, sarasas y mariquitas brillantísimos. En una ocasión fue protagonista de un monumental escándalo en el Teatro de la Zarzuela al observar el público que la bellísima triple de opereta Emerita Esparza se hacía reiteradas señas con la Marquesita de la Laguna, que se encontraba en un palco. Las insinuaciones de la triple  provocaron la indignación de los espectadores, que increparon a ambas con dureza. La representación tubo de suspenderse y Gloria Laguna hubo de ser protegida por la policía para librarse de las iras de los que protestaban.

En su retiro murciano vivía con su amante, una bella murciana que antes fue su sirvienta, y acompañada de su fiel “valet” Pedrito, manfrodita famoso, sodomita y gomorrita. Era visitada con frecuencia por la famosa bailarina Tórtola Valencia, a quien se la veía pasear por la ciudad del brazo de otra mujer. También Olimpia d'Avigny, famosa cupletista italiana, lesbiana, siempre  rodeada de gatos.

En 1912, Gloria Laguna quiso honrar a la Patrona la Virgen de la Fuensanta con un manto excepcional y eligió los talleres parisinos de Charles Frederick Worth, la firma más prestigiosa del mundo para su confección, que se llevó a cabo en seda blanca procedente de las factorías murcianas en una sola pieza, sin costuras, bordado en plata-oro, salpicado de miles de cristales de roca, lentejuelas de plata, perlas cultivadas, trozos de nácar e incluso brillantes. Sería el único que la firma francesa realizara para una talla.

La marquesa se dirigió al Cabildo de la Catedral para anunciar su donación, causando un gran revuelo porque muchos de los canónigos no podían imaginar que la Fuensanta luciera un traje ofrendado por una pecadora. Al no llegar a un acuerdo entre ellos se presentó con determinación a retirar el traje diciendo que lo usaría como cubierta de su cama sino lo consideraban digno. Finalmente fue aceptado pero tuvieron que pasar quince años  para que la Patrona lo luciera. Fue estrenado el 25 de abril de 1927, en la Procesión Triunfal con motivo de la Coronación Pontificia de la Patrona, celebrada un día antes.

María Codorniu, por entonces camarera de la Virgen lo bautizó como “el traje de baile de la Patrona”.

Fue olvidado hasta cincuenta años después, cuando la camarera Pilar de la Cierva lo restauró. Se trata del manto más valioso de la colección de la Virgen y es de justicia recordar, cuando lo veamos procesionar, a aquella valiente marquesa que hizo esa generosísima donación.

manto de la virgen