El crimen de la Pensión de la Perla
Nos encontramos en Murcia en el año 1893. El dia 12 de Junio se estableció en la Calle del Porche de San Antonio número 7, en lo que era la antigua "Casa Perea" (Actualmente calle Sanchez Madrigal), un hospedaje al que denominaron "La Perla Murciana", regentada por el matrimonio formado por Tomás Huertas Cascales y Josefa Gomez Pardo, anunciando en la prensa: "donde encontraran los que lo favorezcan gran esmero en el servicio y variación en las comidas, con notable economia en los precios".
Pero no fué por esto por lo que pasó a la historia negra de Murcia. Seis meses después, viernes ocho de diciembre, murió envenenado el propietario de la misma, por haber tomado café hecho en vasija de cobre, según una primera información, así como una criada de 14 años que apuró los restos de la taza de este.
La realidad es que se trató de un envenenamiento ya que le habia sido administrado al café un derivado de la nuez vómica (estricnina), junto con un chorro de ron para disimular el sabor amargo.
No tardó en ser detenida como sospechosa la esposa, Josefa Gomez, así como un huesped de la pensión, llamado Vicente del Castillo, natural de Albacete, funcionario de Instrucción Pública.
Los hechos ocurrieron como sigue:
El día 21 de agosto de 1893 y destinado como empleado a Instrucción Pública, llegó a esta capital Vicente del Castillo, hospedándose en la Casa deTomás Huertas y Josefa Gomez, conocida como La Perla por su gran belleza y porte. En esta pensión prestaba sus servicios como criada, la joven de 14 años Francisca Grieguez.
"Muy pronto fijose Castillo en los encantos del ama de casa, y sin tener en cuenta que su condición de hombre casado no se avenía muy bien con la moralidad que supone cierto genero de relaciones, comenzó a requerir de amores a aquella, que, poco cuidadosa de su honra y teniendo en menos el honor de su marido y el reposo de sus hijos, en vez de poner obstaculos a las atrevidas insinuaciones de la seducción, las hoyó con agrado prestandose gustosa como mujer sin decoro y sin dignidad, a que el adulterio hiciera presa en su hogar, hasta entonces santificado con la paz y el trabajo."
Tomás Huertas ignoró al principio toda la extensión de su desgracia, pero conociendo al fin por la excesiva indiscreción de los adúlteros y por el rumor público que involuntaria e incoscientemente hicieran llegar a su desconfiando y celoso oido sus huéspedes y criados, arrojó de la casa a Castillo quién la abandonó el dos de diciembre después de violentisima escena con Huertas, cuyas desagradables consecuencias evitaron la propia Josefa y algunos de sus empleados y huéspedes.
A partir de este momento, en que de manera tan brusca quedaron aparentemente rotas las adúlteras relaciones de Vicente del Castillo y Josefa Gomez, estos se convirtieron en mortales e irrenconciliables enemigos del desventurado Tomás Huertas, y pareciendoles poco para vengarse, la fuga a Madrid que en primer término proyectaron, acordaron su muerte, y en varias entrevistas que a espaldas del marido ultrajado celebraron, desde el dia 2 al 8 de diciembre, la Gómez recibió de su amante una disolución de estricnina, cuyo medicamento fué proporcionado por el farmaceútico Antonio Ruiz Seiquer, a quien con evidente abuso de confianza hizo el pedido Vicente del Castillo utilizando al estudiante, tambien huésped de la pensión, Antonio Martinez Muñoz.
Impaciente Castillo porque su amante no hacia uso del veneno con tanta premura como el deseaba, fué a "La Perla Murciana" en la mañana del 8 de diciembre, en ocasión que Tomás Huertas se encontraba haciendo la compra en el mercado; excitó a aquella a emprender la obra de destrucción que tenian proyectada, y como resultado de esa inducción tan directa, cuando de dos a tres de la tarde, cuando Huertas se disponía a tomar café por iniciativa de su mujer, esta le alejó con el pretexto de que fuera a la despensa por una botella de ron; durante su beve ausencia vertió gran parte del contenido del frasco que de Castillo recibiera dias antes, frasco que constantemente llevaba en un bolsillo de su vestido; al volver el desgraciado Huertas, bebió de la horrible pócima y a los pocos momentos fallecia en medio de crueles sufrimientos , como falleció tambien en iguales condiciones la joven Francisca Grieguez, que al volver de un recado apuró confiadamente los restos de la taza de café en la que su amo bebió la muerte.
De los hechos referidos en la conclusión precedente surgieron tres delitos:
Uno de parricidio, otro de asesinato, emanados de un mis hecho, y el tercero de infracción de las leyes sanitarias, con resultado de muerte de dos personas.
EL JUICIO:
Hasta en tres ocasiones fue supendida la vista prevista inicialmente para el dia 27 de mayo de 1895. Antes de que se celebrara renunciaron a la defensa de Josefa Gomez, los letrados D. Antonio Clemares y D. Jesus Cañada, y D. Salvador Martinez-Moya la de Vicente del Castillo. Finalmente fue señalada la fecha de 20 de noviembre de 1895.
Antes de la sesión la planta baja del edificio de la Audiencia y la amplia escalera, se encontraban llenas de gente, especialmente mujeres, ávidas de conseguir un buen lugar desde donde seguir el proceso. A las 10;30 horas llegaron los procesados, custodiados por la Guardia Civil.
Letrados:
Representantes: La acusación privada D Juan de la Cierva y Peñafiel; el ministerio público, el abogado fiscal D. Andres Gallardo; la defensa de Josefa Gomez, D. Vicente Diez y Miguel, secretario del Juzgado de San Juan; la defensa de Vicente del Castillo D. Luis Llanos; la defensa de D. Antonio Ruiz Seiquer, D. Vicente Perez Callejas; y la de Antonio Martinez Muñoz, D. Ricargo Guirao.
Después de las once se constituyó el Tribunal. Componian el de derecho los Sres Magistrados, D. Joaquin Piquer, presidente, D. Joaquin Amo y D. Enrique Gali.
El tribunal de hecho lo componian los Sres Jurados: D. Guillermo Garcia de la Mata, D. Mateo de Hoyos Masegosa, D. Manuel Crespo Soler, D. Faustino Millán, D. Victoriano Pastor, D. Carlos Molina, D. Agustin Ferrán, D. Jose Antonio Orcajada, D. Andres Gabardo, D. Domingo Moreno, D. Eleuterio Nicolás, D. Juan Murcia, y como suplentes, D. José Orenes y D. Rafael Cardona.
En medio de la más gran expectación se levantó a declarar Josefa Gomez, que vestía traje oscuro, mantilla a la cabeza, y amplio mantón sobre los hombros, que a preguntas del Fiscal y después de declarar que tiene 32 años y es natural de Jorquera (Albacete), manifestó lo siguiente:
"Vicente del Castillo estaba de huésped en mi casa y en distintas ocasiones me solicitaba que entrara con el en relaciones, pero yo, como mujer muy amante de mi casa, me negué siempre a estas pretensiones. Mi marido que esté en gloria, tuvo celos de el y en una ocasión llegaron a incomodarse malamente, tanto que por aquel disgusto, yo misma eché a la calle al Vicente. Este siguió con su idea y con tanto empeño, que un dia me amenazó con una pistola. Después de esto iba por mi casa porque nos debia 17 duros.
En una de estas ocasiones me dijo que me iba a dar una bebida para que se la diera a mi marido, que en paz descanse, para que se le quitaran los celos y el afán del juego. Yo tomé la botella aquella por que me dijo que si yo no se la daba se la daría el."
Continuo su declaración negando rotundamente que fuera ella la que administró el veneno a su marido.
Terminado el turno del Fiscal comenzó el del defensor, D. Vicente Diaz, a quién contestó:
"Que no tenía relaciones con Vicente, a quien aconsejaba que cuidara de su familia. Que ella tomó el frasco con aquella bebida para que Vicente no se lo echara en la comida según amenazaba; que el dia del crimen estaba en la casa de broma, por ser el santo de una criada, que comieron dulces y bebieron manzanilla hasta llegar a <alegrarse> ; que las tazas de café las sacó el mismo Huertas de la cocina, y que cuando ya moribundo llevaron a su esposo a la casa, este dijo:
-Ya se yo quien me ha muerto, pero ya me lo pagará. Que a la criada que falleció la queria como una hija, y nada más."
Ante el turno del abogado defensor de Vicente del Castillo mantuvo la misma versión pero cayendo en muchas contradiciones.
A continuación le tocó el turno a Vicente. Este se presenta arreglado con esmero; la barba y la cabeza peinadas; viste de oscuro con americana, bota negra y con brillo y su aspecto denota tranquilidad. Manifestó que mantenia relaciones con Josefa y que al decir de los huéspedes la conducta de esta no era muy correcta desde mucho tiempo antes del crimen.
A preguntas del Fiscal respondió lo siguiente:
"Que no es cierto que tuviera ningún resentimiento con D. Tomás ni que este lo tuviera con el. Tanto es así que la mañana que ocurrió el hecho se encontró a D. Tomás en el Porche de San Antonio con el que estuvo hablando y posteriormente se dirigió con el a su casa para ver si estaba un huésped llamado Mateo. D. Tomás se quedó en el piso de abajo y el subió a su habitación sin encontrarlo."
Añadio que D. Tomás tenia frecuentes disgustos con su mujer y este decia que tales disgustos nacian de las reprensiones que esta le hacia porque era muy aficionado al juego.
Respecto a la adquisición de la estricnina, manifestó que en La Perla habia un joven estudiante que se prestó gustoso a adquirirla. La necesitaba para el dolor de estomago que padece, y porque se la habia aconsejado un amigo, que tambien padecia de lo mismo. Sabiendo lo difícil que era adquirirla, el estudiante llamado Antonio Martinez le dijo que el se encargaba de comprar el medicamento en la farmacia de Ruiz Seiquer, porque en ella lo conocian por ser su padre boticario. Esta la disolvió en alcohol y echó una pequeña parte en un frasquito que llevaba continuamente en un bolsillo del chaleco.
"Como sabia que apurar el frasquito podía tener malas consecuencias, le dije a Josefa y a las criadas de la casa que llevaran cuidado con el, pues tenía costumbre de dejarlo por la noche en la mesilla de su habitación y podia olvidarse de recogerlo; lo cual advertí para que creyendo que contuviera otra cosa no les diera la idea de dar el frasco a algún niño de la Josefa. Una mañana veinte o veinticinco dias antes de ocurrir el hecho, me levanté y me fuí al Gobierno Civil, a mi oficina, y al ir a hacer uso del frasco note que no lo llevaba. Inmediatamente volví a casa de Josefa, entré en mi habitación y vi que no estaba el frasco. Le pregunté a la criada Francisca Grieguez y me dijo que el ama lo habia recogido. Busque a Josefa, y en efecto, me manifestó que ella lo habia tomado, pero que lo habia tirado a la letrina."
Declaración de D. Antonio Ruiz (es el dueño de la farmacia donde se adquirió la estricnina)
Dijo que la facilitó esta al joven porque lo conocia y además sabia que su padre tiene un establecimiento de drogueria en Nerpio (Albacete).
Dicho joven le llevo una carta pidiendo cinco gramos de estricnina, y como otras veces habia iddo tambien con cartas para que le entregara otros medicamentos, no tuvo en aquella ocasión inconveniente en darle lo que pedia.
Declaración de Antonio Martinez, el estudiante:
Ante la pregunta de si se ofrecio a Vicente del Castillo para ir a recoger la estricnina, respondió:
"No, señor, porque fue Castillo quien me suplicó que fuera por ella, porque como a mi me conocian en la farmacia me la darian a menor precio. Accedi a la petición porque me dió una carta, que decía era de un farmaceutico amigo suyo. Cuando la adquirí y se la lleve lo encontré en el terrado de la casa, y le dije que llevara cuidado con la estricnina no fuera a hacer con ella una mala cosa. Castillo echo mano a un revolver y me dijo:
- Si yo tuviera alguna vez idea de matarme, me dispararia un tiro, porque asi acabaria pronto."
Entre los testigos, la criada Concepción Rodenas, indicó que oyó a Josefa instar a su marido a que tomara el café. Que D Tomás tenía celos de Castillo y le había despedido del hospedaje. Que Castillo iba diariamente a "La Perla" a tomar chocolate que le servia Josefa.
Maria Dolores Palanco, esposa de Vicente, renunció a declarar.
Salvador Salas, el cocinero, indicó que puso el agua para el café. Que subió al piso alto y cuando volvió el café estaba hecho y servido. Oyó las instancias de Josefa para que Tomás tomara el café.
D. José Dominguez, notario y antes farmaceutico, recomendó y dio a Castillo la formula del medicamento de estricnina para la enfermedad del estómago.
Isabel Gómez, hermana de Josefa, que a primeros de diciembre le dijo esta que estaba contenta porque se habia ido de la casa el tio malasombra (por Vicente).
En la segunda sesión del juicio, celebrada el jueves 21 de noviembre, continuaron compareciendo testigos por este orden:
Maria Valero, sobrina de Josefa Gomez.
Cristina Gonzalez, joven de 20 años, echadora de cartas y asidua a la Pensión.
D. Luis Orts, secretario de la oficina de Instrucción Pública, a cuya oficina pertenecia el procesado Vicente del Castillo; que conocia las relaciones que mantenia con Josefa, y que le habia comentado en varias ocasiones su lamento por no poder traerse a su familia por falta de recursos.
D. Jose Maria Alarcón, tambien empleado en las oficinas de Instrucción Pública.
D. Juan Benimeli, inspector de escuelas de esta provincia. Ambos conocian y aconsejaban a Vicente que finalizara con estas relaciones, por el bien de su familia.
D. Manuel Martinez, testigo de la defensa de D. Antonio Ruiz Seiquer y padre del estudiante procesado.
Fuensanta Huertas, hija de Josefa, una niña de muy pocos años, vestida con un trajecito negro, un mantoncillo en los hombros y un pañuelo de seda a la cabeza. Su presencia produce en el público un movimiento de simpatia y compasión hacia la pobre criatura.
Cuenta la pequeña testigo que su padre entró en la casa el dia del crimen por la tarde y pidió que le hicieran café. Su madre le dijo al cocinero que lo hiciera.
Su padre Tomás, fue quien sacó la botella de ron y echo las gotas en el café. Dijo Huertas que el café estaba amargo y ella tambien lo notó asi y por eso no lo tomó.
Después a preguntas del defensor de Josefa dijo que no habia tomado el café para no mancharse un traje nuevo.
Tenía la niña ocho años.
Consuelo Gomez, peinadora de Josefa.
Siguiendo el orden acostumbrado, procediose después a la prueba pericial, presentandose a informar los médicos D. Jose Castillo y D. Laureano Albaladejo.
Este último dijo, que estando en el Casino la tarde del crimen, fue llamado para acudir a La Perla; que alli encontró en agonia, axfisiandose, a Tomás Huertas y Francisca Grieguez, con sintomas evidentes de haber sido envenenados, y que al poco de llegar a la casa fallecieron.
El Sr Castillo dice que practicó la autopsia que vino a confirmar el envenenamiento.
"Los cadáveres estaban rigidos hasta el punto de que no se les podia poner en juego las articulaciones, aun con grandes esfuerzos; los instrumentos de cirugia se hundian en la carne con gran trabajo y para examinar la boca de cada uno de los envenenados, hubo necesidad de partir los huesos con una sierra, tan fuertemente encajada la tenian."
Los dos médicos creen que el veneno empleado en dar la muerte a ambos fue la estricnina.
En la primera sesión se presentó la procesada Josefa Gomez antes el Tribunal contestando con desenvoltura; en la continuación sin embargo se encontró muy abatida, quizás por la presencia de su hija en el estrado o bien los relatos de los médicos, describiendo los horribles sufrimientos de las víctimas.
En la tercera sesión la concurrencia era mucho mayor que la de los dos dias anteriores porque se iban a conocer las conclusiones, que serian leidas por el Secretario D. Lino Torres.
Dos horas y media estuvo hablando el fiscal Sr Gallardo, llegando a la culpabilidad de ambos procesados, y calificando los hechos como parricidio y asesinato en el caso de Josefa y dos asesinatos en el caso de Vicente, considerando inocentes al estudiante Antonio Martinez y al farmaceutico Sr. Ruiz Seiquer, que emocinado lo oyó llorando desde el banquillo.
Terminadas las exposiciones de los letrados defensores el tribunal se retiró a deliberar a las cuatro y media de la tarde. Los procesados quedaron en el banquillo abatidos, Josefa llorando teniendo a su lado a sus pequeños hijos; Vicente tambien acompañado de su mujer y sus hijos.
A las seis menos cuarto de la tarde aparecieron los señores jurados, se constituyó el tribunal y en medio de una expectación inmensa, indescriptible, se dió lectura por el Presidente del Jurado, D. Agustín Ferrán del veredicto, en el que consideran culpables de las acusaciones a ambos encausados.
Por fin, a las nueve menos cuarto, el Tribunal de Derecho volvió al salón y el magistrado ponente de la causa Sr Amo dio lectura de la sentencia, que fue conforme con la petición fiscal.
Para Josefa Gomez, pena de muerte ejecutable en esta capital.
Para Vicente del Castillo, cadena perpetua.
Cuando se conoció esta parte de la sentencia no se pudo oir más de ella, tales fueron los murmullos que se produjeron en toda la inmensa concurrencia que llenando apiñada toda la Audiencia llegaba hasta la calle.
Los procesados firmaron la sentencia; la Guardia Civil abrió paso y volvieron a la cárcel seguidos de una multitud de curiosos.
EL CUMPLIMIENTO DE LA SENTENCIA
Desde que se hizo público el rumor de que se habian recibido ordenes para ejecutar la sentencia de pena de muerte recaida en la reo Josefa Gomez, la notica produjo honda impresión de pena. Al telégrafo llegaban infinidad de despachos en suplica del indulto; de el Alcalde en nombre de la ciudad, la Diputación Provincial, la Sociedad Económica, El Casino, El Circulo Católico, la recien creada cofradia del Cristo del Perdón, y otros centros y corporaciones telegrafiaron a la Mayordomia de Palacio unos, y al Presidente del Consejo otros, pidiendo clemencia para la desdichada. Cerca del Sr Sagasta se hicieron asimismo gestiones por caracterizados politicos de Murcia interesandose por el mismo fin. El pueblo de Murcia al completo era un clamor solicitando el indulto. La respuesta del Presidente del Gobierno Sr. Canovas, fue la siguiente: "La horrible frecuencia con que se comente crimenes como el de Josefa Gomez impiden al Gobierno aconsejar su indulto. Se cumplirá por tanto la ley". Se perdió hasta la última esperanza.
El dia 27 de octubre de 1896 llegó en el tren correo de Madrid el ejecutor de la justicia de la Audiencia de Valencia. Se llamaba Pascual Ten, natural de Predalva (Valencia); casado con tres hijos desempeña su cargo desde hace siete años. en ese tiempo ha hecho dos ejecuciones y tiene prevista otra en poco tiempo en Valencia. Tiene su domicilio en esa capital en la Plaza del Mercado.
A la llegada del tren estaban los andnes y aledaños de la estación abarrotados de gente, a los que empujó el instinto de curiosidad. Lo acompañaba una pareja de la Guardia Civil y un Alguacil de la Audiencia Territorial de Valencia. Fue rodeado enseguida de curiosos.
Vestia traje negro de americana, camisa azul con rayas blancas, llevaba al cuello un pañuelo color crema con ramos negros y en el chaleco gruesa cadena y reloj de plata, y sombrero hongo. Es bajo de estatura, más bien grueso que delgado, usa bigote negro y tiene 36 años de edad. Dice que con un amigo trabaja de carpintero cuando no lo hace de verdugo.
Entró a pie en la ciudad custodiado por cinco guardias civiles de a caballo y varias parejas de infanteria del mismo instituto, ya que no había ningún carruaje disponible. Llevaba a la mano una maleta y en la otra bastón negro con empuñadura de plata. Se dirigió a la Audiencia y desde allí a la cárcel donde se alojaria. Durante todo el trayecto le han dirigido desde la muchedumbre bastantes improperios, nacidos de la profunda lástima que inspira el próximo trágico final de Josefa. Los artefactos para la ejecución los facturó. Se trata de dos argollas, una de ellas de reserva.
El primer trámite que realizó fué redactar el siguiente telegráma dirigido al Sr. Presidente del Consejo de Ministros, que fué inmediatamente cursado: "En vista del triste espectaculo que Murcia presenciará, y sin que esto signifique apocamiento de ánimo ni querer contravenir la Ley, que acato, pido a V.E. el indulto de la desventurada Josefa Gomez -El ejecutor de la justicia Pascual Ten-"
A las siete de la mañana del dia siguiente llegaron a la cárcel el Secretario de la Audiencia D. Lino Torres, el Juez del Distrito de San Juan Sr Gironés, el actuario Sr. Franco, y el Procurador de Josefa D. Carmelo Gonzalez, produciendose la lectura de la sentencia del Tribunal Supremo, de la cual llegó a la conclusión Josefa que habia llegado el terrible momento de la expiación.
Desde fuera de la cárcel se oyeron los gritos lastimeros que daba. Se comentó que la escena fue horrible; ella pronunciaba frases entrecortadas, pidiendo socorro, se descompuso su semblante; se mesó los cabellos y quedó unos momentos en indecible convulsión nerviosa. Cayó desplomada sobre la cama y cuando pudo incorporarse pidió socorro, abrazandose a las piernas de aquellos funcionarios. Pronunció frases incoherentes y quedo después de pasado el primer acceso nervioso, en un estado de estupor. Su impresión más viva fue cuando se llegó al fallo de la sentencia donde dice ...a garrote vil, etc.
Se dispuso que entrara en capilla, haciendolo por su pie llorando incesantemente y presa de gran excitación, haciendo protestas de no merecer el castigo que se le daba, diciendo que ella nunca quiso hacer daño al que era padre de sus hijos. Después de auxiliada para calmarla por todos los presentes, el médico de la cárcel, D. Emilio Sanchez, le proporcionó eter.
En la capilla se sentó en un sillón frente al altar junto a las dos Siervas de Jesús que continuamente la acompañaban, los hermanos de la Archicofradia del Rosario Sres Palarea, Ruiz Funes, Arroyo y Brunet. Acto seguido se ofició una misa que oyeron los funcionarios judiciales ya citados. Nombró confesor al cura párroco de San Antolin, D. Pedro Gonzalez Adalid, que permaneció junto a ella en todo momento dedicandole palabras consoladoras. Josefa quedó después muy abatida y se sentó junto a la cama, aprovechando ese momento para darle un ponche de huevos con jerez.
Josefa habia pedido reiteradamente despedirse de sus hijos en el tránsito doloroso de la capilla, y estos fueron conducidos por el indicado párroco junto a las hermanas de esta, Isabel y Ana. La angustiosa madre no tuvo aliento para abandonar el sillón, miró a sus hijos y cayó en un estado de prostación dificil de calificar. No sintió arrebatos; no sintió impulsos de abrazarlos para desasirse de ellos, no lloró, pero no lloró porque ni sus ojos tenian ya lágrimas, ni el estado de inanición le daban energias ni aún en esos supremos instantes. Cuando el niño, más animoso que su hermanita, avanzó hacia su madre para abrazarla le dijo: "Valgame Dios, hijo, un hombre como tu llorar". Los que presenciaron tan trágica escena no la olvidarian jamás. Después entraron sus hermanas, le abrazaron y se despidieron, anegadas en llanto.
Hacia las cuatro y media de la tarde entró en la capilla la Comisión de la Junta de Beneficiencia, para hacerle entrega de los productos de la lámina que tiene para los reos de muerte. Ascendió a la cantidad de 1.402 pesetas, de las que se hizo cargo el cura párroco de San Antolin.
A las nueve de la noche hizo testamento ante el notario D. José Sanchez Lafuente. Dejó las 1.402 pesetas de la lámina y cuanto poseia y pudieran darle, a sus dos hijos por partes iguales, nombrando tutor de ellos al Sr Cura de San Antolín, D. Pedro Gonzalez Adalid.
Reservó un legado de diez duros a cada uno de los hermanos de la criada, Francisca Grieguez, victima tambien del envenenamiento.
Además dejó legados como recuerdo a sus hermanas y a sus padres, que viven en Jorquera, provincia de Albacete.
A las once de la noche de ese dia comenzó a construirse el tablado, que consitia en un cuadrado de cuatro metros de lado y uno setenta y cinco de alto; la escalera de ocho peldaños con barandal mirando a poniente. Fué levantado próximo a la cárcel, en la Ronda de Garay, en la plazoleta que habia frene al Molino del Marqués, en el saliente del murallón del rio.
Fuera de la cárcel, el dia siguiente 29 de octubre de 1896, a las seis de la mañana, llegaron las fuerzas de caballeria y guardia civil venidas al objeto. Desde dicha hora una numerosa concurrencia iba llegando ocupando posiciones cerca del tablado, para presenciar el terrible acto.
Una hora antes de le ejecución se personó en la capilla el verdugo quien dirigiendose a Josefa con voz humilde dijo: "Josefa, soy el ejecutor de Ley y vengo sin odio a cumplir mi triste misión, ¿me perdonas?. Esta con toda serenidad le contestó: "Si señor, le perdono a Vd con todo mi corazón y toda mi alma". Acto seguido la vistió con la hopa y la toca, en medio del mayor silencio; después se sentó Josefa en un sillón diciendo: "Jesus mio, amparadme" . A continuación se retiró marchandose al tablado. Esta hopa negra y el cubre cara blanco fueron confeccionados en el Asilo de Desamparados.
A las ocho de la mañana el gentio que se agolpaba en toda la Ronda de Garay, el Camino de Beniajan, Vista Bella, la avenida del sur de la plaza de toros, y todas las inmediaciones era inmenso. A la puerta de la Cárcel se alzó el estandarte rojo de la Archicofradia del Rosario, acompañado de dos faroles encendidos; seguidamente iba la reo junto a los sacerdotes y a las dos hermanas de las Desamparadas. Los sacerdotes eran de las parroquias de San Antolin, San Juan y el Carmen. Este último llevaba un gran crucifijo que después fue colocado en una arandela del tablado. El silencio de la muchedumbre era imponente.; el semblante de Josefa denotaba que estaba muy pálida, sus ojos entornados, llevaba las manos atadas con una cuerda, y en aquellas una estampa del Corazón de Jesus,; los sacerdotes le daban a besar un crucifijo; repetia las frases piadosas que su confersor la iba diciendo y pidió perdón a esta ciudad de lo que haya podido escandalizar con mi vida y pido que me encomienden a Dios. A preguntas del Sr Cura de San Antolín si daba por bien empleados los sufrimientos pasados en esta vida, contestó: "yo no he sufrido nada comparado con el bien que voy a lograr con mi salvación" Estas fueron las ultimas palabras que se la oyeron pronunciar.
Acto seguido subió a una tartana de alquiler que habia preparada en compañia de los curas citados, poniendose en marcha escoltada por seis lanceros y un cabo. Al llegar al pie del patibulo descendió de la tartana auxiliada por sus piadosos acompañantes; el vergudo estaba junto al banquillo, apoyado con tranquilidad en el arbol de la argolla. Se le suministró a la reo un poco de cordial que sorbió con dificultad.
Josefa subió las escaleras del patibulo acompañada de los sacerdotes y repitiendo las frases piadosas que estos decian. La emoción era indescriptible. Se arrodilló en el angulo que mira a Vista Bella y pasaron unos tres minutos repitiendo la infeliz palabras de consuelo.
Y llegó el momento terrible. Nadie queria decir a Josefa que se levantara para sentarse en el banquillo; continuaba arrodillada besando un crucifijo que le aproximaba a los labios su confesor; los tambores de la infanteria redoblaron; el verdugo se aproximó a la reo y dijo: "Vamos" . Ella se levantó sola y tapada con el manteo de los sacerdotes llegó al banquillo, se sentó diciendo "Jesus mio perdonamé"; el verdugo le ató los pies con suma ligereza, le colocó la argolla en un segundo, y cuando la desventurada decia: "Jesus, Maria y J..." dio aquel la vuelta al tornillo y dejó cumplida la terrible sentencia. Eran las ocho y veinticinco de la mañana
Así narraba el director del Diario de Murcia, Sr. Martinez Tornel, los últimos momentos:
" A las 8 y 25 minutos, arrepentida, contrita, santificada e indudablemente santa, ha entregado el cuello al verdugo y el alma a Dios. R.I.P. !Que el Padre celestial de las Misericordias la haya recibido en su seno y ya que ha sido tan desgraciada en la tierra, sea feliz por toda la eternidad"
La campana de la iglesia de San Juan tocó a agonia.
Acto seguido el verdugo la reconoció y aseguro su fallecimiento levantando una punta del cubre rostro con que le tapó la cara. El Sr cura de San Antolín se aproximó al cadaver y dijo: !Josefa¡ !Josefa¡ Se arrodillaron todos los que estaban en el tablado, salvo el verdugo, y rezaron un responso.
Cuando el verdugo quedó solo en el tablado quito el cubre-rostro que tapaba la cara. El pueblo vió entonces el rostro demacrado de aquel cadáver; tenia los ojos cerrados. Se oyeron entoces voces desgarradoras y ayes lastimeros de entre la muchedumbre.
Puede calcularse en 30.000 el número de personas que han desfilado por el patibulo para ver el cadaver. La ciudad ha estado de luto. Han cerrado institutos, colegios y muchos comercios.
A las tres y cuarto de la tarde llevaron al tablado el ataúd, negro y sencillo con las iniciales J.G.P. y en la tapa una cruz negra.
A las cuatro y cuarto llegó el verdugo acompañado por fuerzas de infanteria, quitó al cadáver las correas que lo sujetaban al banquillo, desligó las manos y quitó la media vuelta al tornillo; abrió la argolla. Cuatro sepultureros lo ayudaron a meterlo en el ataud, que fué trasladado al cementerio de Nuestro Padre Jesus, recibiendo sepultura a las cinco y cuarto de la tarde. En cuanto se ha retirado el cadáver el verdugo ha desarmado los terribles aparatos colocándolos en una arquilla. Esa misma noche regresó a Valencia.
Acababa de tener lugar la última ejecución pública en España.